Soy metódica, pero me encanta despeinarme de vez en cuando. Creo en el trabajo colaborativo y
desinteresado, auténtico basamento de mi capital social que, junto con mi nombre, son mi patrimonio más preciado.

A lo largo de la vida he tenido que tomar muchas decisiones muy importantes y es revelador darme cuenta
de que la mayoría tenían que ver con el dinero. Hoy, mirando el camino recorrido me hubiera gustado no
haberle destinado tanto tiempo y energías a algo tan efímero, haberlo tomado como un simple medio para
y no como un objetivo.
Me podrán decir: “Mercedes… ¿te acordás dónde vivís?” y les respondo: “¡Sí! En Argentina, el país en
donde me pude educar y criar a mi hijo sin que nos faltara nada”. ¿A qué apunto con esto? A que sin excusas, pero sí con atención y dedicación es posible generar otro vínculo con nuestros recursos.

Creo también en un mundo más distributivo, donde cada persona tenga lo que desea para ser feliz; trabajo todos los días para sumar mi granito de arena.

El desafío es que seamos agentes de cambio, definamos nuestra propia calidad de vida y generemos lo que nos acerque a eso.

Lo demás: disfrutar de esta hermosa vida que nos regalaron.