En el truco, el cuatro de copas es la carta de menor valor. Y si trazáramos un paralelismo y vos fueras ese cuatro: en un mazo donde todo es mayor que vos ¿qué destino queda esperar?
Acompañar a un siete de copas y llegar a 31 en el envido, rogando que el otro no tenga 32; esperar con un nudo en la garganta llegar a tercera mano y empardar, si la suerte quiso darte la primera mano. O mentir, que de eso se trata este juego, poniendo cara de superado y rogar para que el otro se vaya al mazo.
En fin, el cuatro de copas debe darse mucha maña para sobrevivir y rogar que el azar se ocupe de sus compañeros de mano, cosa que difícilmente se dé, de manera simultánea, en el juego.
Sin embargo, hace unos días lo imposible se hizo posible.
Cuando el partido terminaba algo pasó. O quizás estaba en el aire… pero tuvimos miedo de ilusionarnos. Porque el que se muestra con confianza ¡seguro tiene el ancho de espada!
Porque parecía que nuestro juego estaba tan amañado que todas las cartas importantes estaban en una manga invisible para los argentinos, de donde los malos siempre las sacaban a último momento y otra vez… el pueblo tenía que irse al mazo.
Creo que aún nos seguimos preguntando a dónde nos perdimos tanto, cuándo el tango tomó tanta relevancia que perdimos la voluntad de cambiar algo, de salir a golpear al menos un jarrito de leche.
La Biblia quedó nomás al lado del calefón y los que iban a llorar ya eran demasiados giles pidiendo… cuando se sabía que no había más.
Luego de ver a nuestra ventana de Overton rota, descascarada, hecha añicos… viendo tanta corrupción desmedida, toda desbordada y a la luz del día… cuando pensamos o les permitimos pensar que con una simple comparación de números y precios nos iban a convencer, pasó… y pasó de manera contundente, alguien logró ganar la tercera mano y se llevó el juego.
Igualmente tuvimos que pagar para ver y ahora pagamos a ciegas directamente, sin cartas en la mano…a lo que resuelva ese ganador de tercera, que debe comenzar un nuevo juego como si hubiera ganado primera, segunda, tercera y el envido. Vale cuatro y quiero.
En esa eterna desesperanza donde ya ni nos atrevíamos a pensar que la tormenta podía pasar, nos aferramos a algo que flotaba en el mar…
Como un náufrago pensamos que era lo único, pero haciendo memoria sincera habíamos dejado pasar algunos botes salvavidas… ¿fruto de este síndrome de Estocolmo que nos envolvía? Puede ser…
Y en este año que fue uno pero se sintió como varios, pasó lo imprevisto, lo raro, lo que muchos de los que votamos hace tiempo no vimos venir…
¿Esto será como el Metaverso? ¿Algo así como subir un reel? Cosas que los jóvenes dominan y vieron venir y a nosotros nos llevó puestos? ¿Será algo tan efímero como un like?
Porque este like tiene que durar al menos cuadro años señores, si es que queremos seguir abrazando esta democracia que tanto nos costó recuperar.
Ojalá que el destino sea indulgente con este pueblo tan confundido, que se amarró a una mochila que flotaba en el agua… Solo deseo que no esté llena de piedras, para que podamos llegar a la orilla demostrando que los cuatro de copas pueden llegar, pueden hacer, pueden cambiar las cosas, porque a fin de cuentas los privilegios no deberían existir, si existiera el merecimiento y el sentido de pertenencia.
Como dijo Esteban Bullrich: “Las buenas ideas no tienen dueños, tienen beneficiarios”. Pero esto será poniéndole el cuerpo.
Acá no hay lugar para matices, porque los cuatro de copas seremos grises en nuestras empresas, seremos pocos reconocidos, pero somos esa comunidad silenciosa que sueña con una sociedad que premie lo que está bien hecho.
Que no busque atajos, que no quiera sacar ventaja, que busque lo que quiere sin pensar lo difícil que pueda ser… solo que avance y que en ese proceso no deje de mirar al costado para saber a quién tiene codo a codo.
Porque este país no se saca ni mirándole la espalda a nadie ni dejando que nos la miren… esto es entre todos y para todos.
Mercedes Bacile.
Fundadora de Bienestar Financiero
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